Primer Programa Sinfónico de la Orquesta de Extremadura

Viernes 5 de Octubre

a las 20,30 en el Palacio de Congresos

1.

Ernest Chausson. Poema del amor y del mar, op.19 (1893) *

La Fleur des eaux
Interlude
La Mort de l’amour

María José Montiel, mezzosoprano

2.

Anton Bruckner. Sinfonía nº 7 en mi mayor WAB 107 (1881-1883), edición de Leopold Novak (1954) *

Allegro moderato
Adagio: Sehr feierlich und sehr langsam
Scherzo: Sehr schnell
Finale: Bewegt, doch nicht schnell

Álvaro Albiach, director

* Primera audición por la Orquesta de Extremadura

Amor, mar y poesía

Notas al programa

La sombra de Wagner es muy alargada. Tristán y Parsifal extienden su influjo hasta la Segunda Escuela de Viena y más allá (si pensamos en géneros y autores conservadores, hasta hoy mismo). En armonía y en orquestación, la importancia del Wagner maduro fue inmensa ya para sus propios contemporáneos. En el presente concierto sonarán obras de dos compositores que admiraron a Wagner y siguieron su estela, cada uno a su manera. Bruckner era unos pocos años más joven que el autor de Lohengrin, mientras que Chausson pertenecía a la generación siguiente. De acuerdo con el tópico escolar, ambos pertenecen al Romanticismo, pero esta afirmación, pese a ser cierta, se presta a bastantes matices. Mientras que en Bruckner se percibe de manera evidente el peso del pasado (Bach, Mozart, Beethoven, Schubert), Chausson absorbe la estética de Wagner y de César Franck; Bruckner no tendrá seguidores, y en cambio Chausson influirá en el Impresionismo, sobre todo a través de Debussy.

Aunque durante el siglo XX Chausson pasó a un segundo plano en comparación con sus maestros y con sus seguidores impresionistas, algunas de sus obras todavía tienen un atractivo para el público en general. Es el caso del Poema del amor y del mar, una obra formada por dos canciones (resulta un poco extraño considerarla un “ciclo”) separadas por un interludio instrumental. Esta obra, que no hay que confundir con el Poema para violín y orquesta, pone música a dos poemas de Maurice Bouchor: “La flor de las aguas” y “La muerte del amor”. El primero plantea la ambigüedad entre el deseo (“¡Oh cielo, […] brisa, […] arroyos, […] verdes senderos, […] haced que vea a mi amada!”) y el temor de la ausencia (“Quién sabe si este mar cruel / La llevará hasta mi corazón”). El interludio (marcado como “Lento y triste” en la partitura) comienza con una dolorida melodía de fagot, retomada después por los violonchelos y los violines, y que se desvanece con la misma suavidad con la que había aparecido. “La muerte del amor” empieza en tono animado (“Pronto la isla azul y alegre / entre las rocas se me aparecerá”), pero a medida que avanza la pieza se ensombrece hasta que llega el recuerdo del pasado y “[…] esa palabra fatal escrita en sus grandes ojos: el olvido”. Desde entonces, la música vacila entre acordes aumentados y disminuidos, y sobre todo gravita alrededor de tonalidades menores. El ambiente sonoro, entre la grandeza dramática y unos evanescentes vapores orquestales, recuerda unas veces el tercer acto de Parsifal, y otras La Damoiselle élue de Debussy, y concluye con un tenebroso do menor tras los versos “El tiempo de las azucenas (o lilas) y el tiempo de las rosas / con nuestro amor ha muerto para siempre”. Chausson trabajó en este Poema durante cerca de diez años (1882-1892), y lo estrenó en París en 1893. Por entonces, Mahler estaba ocupado con su Segunda sinfonía, Strauss hacía poco que había acabado su primera ópera, Guntram, y Debussy estaba con el Fauno. Son referencias útiles para situar y entender mejor esta bella obra de Chausson.

La Fleur des eaux

L’air est plein d’une odeur exquise de lilas,
Qui, fleurissant du haut des murs jusques en bas,
Embaument les cheveux des femmes.
La mer au grand soleil va toute s’embraser,
Et sur le sable fin qu’elles viennent baiser
Roulent d’éblouissantes lames.

Ô ciel qui de ses yeux dois porter la couleur,
Brise qui vas chanter dans les lilas en fleur
Pour en sortir tout embaumée,
Ruisseaux qui mouillerez sa robe,
Ô verts sentiers,
Vous qui tressaillerez sous ses chers petits pieds,
Faites-moi voir ma bien-aimée !

Et mon cœur s’est levé par ce matin d’été ;
Car une belle enfant était sur le rivage,
Laissant errer sur moi des yeux pleins de clarté,
Et qui me souriait d’un air tendre et sauvage.

Toi que transfiguraient la Jeunesse et l’Amour,
Tu m’apparus alors comme l’âme des choses ;
Mon cœur vola vers toi, tu le pris sans retour,
Et du ciel entr’ouvert pleuvaient sur nous des roses.

Quel son lamentable et sauvage
Va sonner l’heure de l’adieu !
La mer roule sur le rivage,
Moqueuse, et se souciant peu
Que ce soit l’heure de l’adieu.

Des oiseaux passent, l’aile ouverte,
Sur l’abîme presque joyeux ;
Au grand soleil la mer est verte,
Et je saigne, silencieux,
En regardant briller les cieux.

Je saigne en regardant ma vie
Qui va s’éloigner sur les flots ;
Mon âme unique m’est ravie
Et la sombre clameur des flots
Couvre le bruit de mes sanglots.

Qui sait si cette mer cruelle
La ramènera vers mon cœur ?
Mes regards sont fixés sur elle ;
La mer chante, et le vent moqueur
Raille l’angoisse de mon cœur.

La flor de las aguas

El aire está lleno de un exquisito perfume de lilas,
que, floreciendo de arriba a abajo de los muros,
embalsaman los cabellos de las mujeres
El mar y el sol resplandeciente lo abrazan todo
Y en la arena fina, que ellas vienen a besar,
ruedan olas deslumbrantes.

Oh, cielo, que de sus ojos llevas el color,
Brisa que cantarás entre las lilas en flor
para salir embalsamada,
Riachuelo que mojarás su vestido,
Oh, verdes senderos,
vosotros que os estremeceréis bajo sus bonitos y pequeños pies,
dejadme ver a mi amada!

Y mi corazón se ha despertado esta mañana de estío,
porque una niña bonita era al rio,
dejando vagar sus ojos claros sobre mí,
y sonriendo con un gesto a la vez tierno y salvaje.

Tu, que transformas la juventud y el amor,
tú te me apareciste como el alma de las cosas;
mi corazón voló hacia tí, lo retuviste y no me lo has devuelto,
y del cielo entreabierto llovían rosas sobre nosotros.

Que sonido lamentable y salvaje
se escuchará en la hora del adiós!
La mar rueda sobre la ribera,
burlona e indiferente
en la hora de la despedida.

Pasan unos pájaros con las alas desplegadas,
por encima del abismo casi alegre;
iluminada por el sol, la mar es verde,
y yo sangro, en silencio,
mirando como brilla el cielo.

Sangro al mirar como mi vida
se aleja como las olas;
Me arrebatan mi única alma
y el clamor oscuro de las olas
tapa el sonido de mis sollozos.

Quién sabe si esta mar cruel
la devolverá a mi corazón?
Tengo la mirada fija en ella;
la mar canta, y el viento burlón
se mofa de la angustia de mi corazón.

La Mort de l’amour

Bientôt l’île bleue et joyeuse
Parmi les rocs m’apparaîtra ;
L’île sur l’eau silencieuse
Comme un nénuphar flottera.

À travers la mer d’améthyste
Doucement glisse le bateau,
Et je serai joyeux et triste
De tant me souvenir bientôt !

Le vent roulait les feuilles mortes ;
Mes pensées
Roulaient comme des feuilles mortes,
Dans la nuit.

Jamais si doucement au ciel noir n’avaient lui
Les mille roses d’or d’où tombent les rosées !
Une danse effrayante, et les feuilles froissées,
Et qui rendaient un son métallique, valsaient,
Semblaient gémir sous les étoiles, et disaient
L’inexprimable horreur des amours trépassés.

Les grands hêtres d’argent que la lune baisait
Étaient des spectres : moi, tout mon sang se glaçait
En voyant mon aimée étrangement sourire.

Comme des fronts de morts nos fronts avaient pâli,
Et, muet, me penchant vers elle, je pus lire
Ce mot fatal écrit dans ses grands yeux : l’oubli.

Le temps des lilas et le temps des roses
Ne reviendra plus à ce printemps-ci ;
Le temps des lilas et le temps des roses
Est passé, le temps des œillets aussi.

Le vent a changé, les cieux sont moroses,
Et nous n’irons plus courir, et cueillir
Les lilas en fleur et les belles roses ;
Le printemps est triste et ne peut fleurir.

Oh ! joyeux et doux printemps de l’année,
Qui vins, l’an passé, nous ensoleiller,
Notre fleur d’amour est si bien fanée,
Las ! que ton baiser ne peut l’éveiller !

Et toi, que fais-tu ? pas de fleurs écloses,
Point de gai soleil ni d’ombrages frais ;
Le temps des lilas et le temps des roses
Avec notre amour est mort à jamais.

La muerte del Amor

Bien pronto la isla azul y alegre
se me aparecerá entre las rocas;
La isla sobre el agua silenciosa
flotando como un nenúfar.

Atravesando la mar amatista
lentamente se desliza el bajel,
y yo seré a la vez alegre y triste
con tantos recuerdos. Bien pronto!

El viento hace rodar las hojas muertas;
Mis pensamientos
ruedan como las hojas muertas,
en la noche.

Nunca habían brillado tanto en el negro cielo
los millares de rosas de oro de las que cae el rocío!
Una danza espantosa, y las hojas mustias,
que emitían un sonido metálico, bailaban un vals,
y parecían gemir bajo las estrellas, mientras relataban
el dolor inenarrable de los amores difuntos.

Las grandes hayas plateadas que la luna besaba
eran aunténticos espectros: toda mi sangre se helaba
viendo a mi amada sonriendo de manera extraña.

Nuestras frentes estaban pálidas como de dos muertos
Y, sin decir nada, volviéndome hacia ella, pude leer
aquella palabra terrible escrita en sus grandes ojos: olvido.

El tiempo de las lilas y el tiempo de las rosas
ja no volverá esta primavera;
El tiempo de las lilas y de las rosas
se ha extinguido como el de los claveles.

El viento ha cambiado y el cielo es triste,
y ya no volveremos a correr, para coger
las lilas floridas y las bonitas rosas;
La primavera está triste y no puede florecer.

Oh! Alegre y dulce primavera,
Que, el pasado año nos vino asolear,
La flor de nuestro amor esta tan marchita,
Ay! que tu beso no la puede reanimar!

Y tú, ¿qué haces? No hay flores abiertas,
Ni sol alegre, ni frescos umbráculos;
El tiempo de las lilas y el tiempo de las rosas
Ha muerto, como nuestro amor, para siempre.

Poco después de empezar su trayectoria como compositor sinfónico, Bruckner ya quedaba enmarcado en el grupo de los wagnerianos. La dinámica de bandos del mundo musical germánico funcionaba entonces así, de manera maniquea. Eso atrajo cada vez más la aversión furibunda y constante de Eduard Hanslick, a la sazón todopoderoso crítico musical y teórico en la Universidad de Viena. Para el gusto conservador de Hanslick —que ya se enfrentó a Bruckner con motivo de la Tercera sinfonía de éste—, la Séptima sinfonía era una música “innaturalmente arrogante, enfermiza y dañina”. El tiempo ha hecho mucho daño a las opiniones y criterios de Hanslick, dado que no solo el influjo de Wagner (y Bruckner) en la historia de la música es infinitamente mayor que el de Hanslick, sino que, además, actualmente la Séptima es probablemente la más interpretada, grabada y querida de las sinfonías de Bruckner, y ya fue su obra más exitosa en vida. Empezada menos de un mes después de acabar la Sexta, el proceso de creación de esta obra se prolongó entre 1881 y 1883. Al contrario que en otras sinfonías de su autor, es verdad que en la Séptima no nos enfrentamos al típico historial laberíntico de revisiones, segundas y terceras versiones (compárese, por ejemplo, con la Cuarta o la Octava). Pero ni siquiera esta obra se salva de las controversias sobre la partitura. En este caso, la manzana de la discordia entre editores e intérpretes es el uso de percusión en el clímax del segundo movimiento. Robert Haas afirmó en 1944 que dicha percusión fue añadida por influencia de los primeros intérpretes de la obra, mientras que Leopold Nowak consideró lo contrario, y restableció la percusión en su edición de 1954. Para acabar de complicarlo, algunos directores de la versión de Nowak eliminan los platillos de su interpretación… Sea como fuere, el tema inicial de los violonchelos sobre el famoso “trémolo de Bruckner” de fondo, en el primer movimiento, pone en marcha un discurso que arrastra al oyente con su grandeza monumental y su elevada espiritualidad. Lo siguen dos grupos temáticos más, como es habitual en Bruckner, uno melódico y otro más rítmico. Todos ellos serán sometidos a inversiones, transportados, combinados, contrastados, con enorme seriedad y profundidad, para culminar en un típico crescendo bruckneriano, apoteósico. El segundo movimiento, “Muy solemne y lento”, es el primer caso de aparición de tubas wagnerianas en una sinfonía. ¿Lo hizo así Bruckner como premonición por la mala salud de Wagner? Esta música densa, dramática y de una tristeza elegíaca es una de las cumbres de la música sinfónica de todos los tiempos. De todo lo que se cuenta sobre la relación entre este grandioso adagio y Wagner, lo que tiene más visos de ser real es que la muerte del autor de Tristán inspiró a Bruckner la coda, el más impresionante homenaje funerario que uno se pueda imaginar. Tras estos dos movimientos, que dejan casi exhausta la resistencia emocional del oyente, todo lo que venga parecerá ligero. Tal como es tradición en la sinfonía clásica, el tercer movimiento es un scherzo en compás ternario, cuya melodía en este caso explota intervalos de octava y quinta, y que enmarca un trío o sección central más calmada. El cuarto movimiento parece querer ganar el tiempo perdido y escenifica en clave rítmica, y de manera animada, tres grupos temáticos, dos de los cuales se derivan del bellísimo tema que abría la obra. Nuevamente, y como los viejos artesanos, Bruckner los somete a inversiones y transformaciones que agotan su potencial musical. Y, por supuesto, la coda es un fabuloso crescendo que, cerrando la obra de manera cíclica, culminará estentóreamente superponiendo el tema inicial del primer movimiento y el inicial del último. Como siempre, Bruckner resuelve todas las tensiones por elevación. Y atención, porque este tema que reaparece aquí es el mismo con el que, años después, concluirá la Novena y se cerrará toda la trayectoria de Bruckner. No es poca cosa.

© Guillem Calaforra

Guillem Calaforra es doctor en lingüística por la Universidad Jaguelónica de Cracovia, especialista en sociología del lenguaje y análisis crítico del discurso. Realizó estudios de violín en el Conservatorio Profesional de Música de Valencia. Creó las primeras páginas web españolas sobre Bruckner y sobre Webern, ha traducido varios textos relacionados con obras musicales y es autor de un libro de ensayos sobre música (So i silenci. Barcelona, Riurau, 2010).

María José Montiel

Premio Nacional de Música 2015, María José Montiel nace en Madrid y tras formarse en su ciudad natal se traslada a Viena para ampliar estudios comenzando una carrera que la ha llevado a debutar en escenarios como el Teatro San Carlo de Nápoles, la Opéra National de Paris, la Wiener Staatsoper, la Scala de Milán, el Carnegie Hall de Nueva York, el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, el Teatro de La Maestranza de Sevilla, el Teatro de La Zarzuela y el Teatro Real de Madrid, el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia o el Gran Teatre del Liceu de  Barcelona, entre otros. Es considerada por la crítica internacional como una de las grandes intérpretes de Carmen, personaje que ha cantado en Italia, Suiza, Alemania, Francia, España, Japón, Estados Unidos, China e Israel. Su visión de la popular gitana de Bizet, unida a su larga colaboración con Zubin Mehta o Riccardo Chailly, marcan un giro en su carrera con éxitos reseñables en Viena, Nueva York, Milán, Tel Aviv, Nápoles, Washington, Tokio o Leipzig. En su repertorio también figuran títulos como Samson et DalilaAida, Contes d’HoffmannUn ballo in mascheraLa GiocondaLa FavoritaWertherDer RosenkavalierLuisa Miller o La vida breve. Ha sido invitada por las más destacadas orquestas internacionales de Europa, Asia y América abarcando un amplio repertorio en el que destacan obras fundamentales para su cuerda como Les nuits d’été (Berlioz), Segunda, Tercera, y Octava sinfonías de Mahler, Escenas de Faust (Berlioz), Messa da Requiem (Verdi), Gloria (Vivaldi), Novena Sinfonía (Beethoven), Stabat Mater y Misa Solemne(Rossini), Shéhérazade (Ravel), Poème de l’amour et de la mer (Chausson), Rapsodia para contralto (Brahms) o Lieder eines fahrenden Gesellen (Mahler), que ha cantado junto a directores como Lorin Maazel, Daniel Oren o Charles Dutoit. Es además una estudiosa del repertorio de Lied consagrándose como una gran recitalista.

Temporada

4 octubre Badajoz
5 octubre Cáceres