Albéniz

IMPRESION PERSONAL

  
 
 
 
         Si Albéniz hubiera puesto a su 5ª Sonata un nombre de ciudad española, como a
 
otras de sus hermosas piezas pianísticas, esta, sin duda hubiera sido “Salamanca”.
 
El minueto hace referencia a la Torre del Gallo de la Catedral Vieja de impresionante
 
belleza.
 
Salamanca no tiene límites. Es un lugar para vivir y para morir. Los poemas de Unamuno
 
que hacen referencia a ella, conmovedores, reflejan, dicho por un maestro
 
del lenguaje, la misma fascinación que sentimos ante sus calles, sus rincones…es
 
algo que te rinde por completo.
 
Debo a Salamanca, a mis vivencias en ella y a la maravillosa grabación que hizo Esteban
 
Sánchez que escuchaba desde niño, el entusiasmo puesto en el aprendizaje
 
de esta inspiradísima Sonata.
 
Deseo compartir otra impresión personal sobre Albéniz.
 
Hace unos días me encontraba en Trevejo, ese pueblo de tantos ecos y resonancias.
 
Fuimos a un huerto cercano a plantar unas semillas con unos labradores lugareños.
 
Me acordaba de los poemas tan intensos de Miguel Hernández del “Niño Yuntero”
 
y de otros.
 
Estos hombres labradores, sabios por experiencia vital y porque han sembrado y
 
recogido mucho, saben que todo nace y todo muere.
 
Pero yo, que todavía no he asimilado esa verdad fundamental, quizá por esa sensación
 
tan humana de no haber vivido a fondo, no pude soportar en aquel momento
 
esa metáfora y decidí marcharme.
 
Necesitaba el piano, que tenía muy cerca, para intentar transformar esa “Música
 
Callada” en “Soledad Sonora “ y gracias a una persona muy querida y cercana que
 
quiso acompañarme, se transformó no sólo en eso, sino en algo maravillosamente
 
compartido y que disfruté enormemente.
 
Más tarde, en el trayecto hacia Hervás, otro paraíso, mientras escuchaba a Albéniz
 
y Mompou y recorría esos montes, esos embalses y esos paisajes, se me venía a
 
la mente todo: la vitalidad y la nostalgia de estas piezas, pero también la infancia
 
idealizada y tan lejana, el amor tan importante y tan presente siempre…
 
Me acordé una vez más de los versos de Serrat, …como un cometa de caña y de
 
papel, me iré tras una nube para serle fiel a los montes, a los ríos, el sol y el mar. A
 
ellos que me enseñaron el verbo AMAR.
 
 

                                                                                                        José María Duque